sábado, 5 de agosto de 2017

PARTIDOS POLÍTICOS, LA EXPERIENCIA FRANCESA


La Voz del Interior, 10 de julio de 2017 

Por Alfredo Sapp - Abogado

Nuestro país carece de entidades similares a la ENA. La mayoría de los dirigentes políticos forjan su accionar en la militancia inorgánica.

La Escuela Nacional de Administración (ENA) es la entidad francesa encargada de la formación de cuadros político-técnicos en distintas áreas, con la finalidad de nutrir a la administración pública de esa república.

Fue fundada hace mas de 70 años por el presidente Charles de Gaulle, quien vislumbraba la necesidad de transformar estructuralmente la administración pública de la república una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial.

Curiosamente, su conducción fue confiada a Maurice Thorez, vicepresidente del Consejo de Estado y secretario general del Partido Comunista, lo cual denota que, al tratarse de políticas de Estado de largo plazo, las banderías partidarias y sectoriales quedan de lado.


ENA brinda formación en Derecho Nacional, Relaciones Internacionales, Ciencias Sociales, Economía y Administración. En ella se forman las élites gobernantes de diversas fuerzas políticas.
Primeros ministros como Édouard Balladur, Alain Juppé y Lionel Jospin; presidentes como Valery Giscard d’Estaing, Jacques Chirac o el actual, Emmanuel Macron; ministros y funcionarios varios transitaron sus claustros para ejercer las más encumbradas responsabilidades de Estado en la segunda potencia europea.

ENA es una escuela para el alto funcionariado. Su misión es el diseño, la implementación y la evaluación de políticas públicas, mediante la formulación de análisis políticos, económicos y financieros; la propuesta de políticas concretas de gestión en su vertiente más práctica, y el desarrollo de capacidades innovadoras para aportar soluciones administrativas.

La inversión del Estado francés en la ENA es muy importante. Sus egresados ocupan cargos en el Estado con la obligatoriedad de permanecer en él durante 10 años para retribuir su formación, en una notable conjunción de beneficios recíprocos.

Históricamente, el sistema de partidos políticos y la ENA se han complementado, y en la práctica se verifica la incidencia del conocimiento y la formación profesional de sus cuadros, aplicados luego a la confrontación política.

La Constitución nacional, en su artículo 38, consagra a los partidos políticos como “instituciones fundamentales del sistema democrático”. Como lógica consecuencia, sus miembros deberían contar con la capacitación político-técnica suficiente para cumplir de modo cabal el mandato constitucional.

Nuestro país carece de entidades similares a la ENA. La mayoría de los dirigentes políticos forjan su accionar en la militancia inorgánica e improvisando sobre la marcha. Su formación profesional pasa más por la inquietud personal que por políticas institucionales basadas en la capacitación.

No obstante, con sus defectos, el sistema de partidos políticos ha mantenido un ámbito de contención medianamente adecuado para la práctica de la actividad, aunque la crisis que los atraviesa en todo el mundo marca una ­realidad de la que nuestros partidos no escapan.

El proceso de selección de candidatos constituye un elemento esencial de la política. Como consecuencia de la crisis de representación, la opinión pública privilegia el ascenso de figuras personales por sobre estructuras partidarias, lo cual, lejos de aportar soluciones, agrava la situación, alcanzada por un pronunciado cono de sombra por responsabilidades propias de la política.

La realidad indica que muchos candidatos ajenos son adelantados alumnos en adquirir lo peor de la actividad haciendo propias, rápidamente, viejas corruptelas de la política en lugar de prestigiarla y aportar aires renovadores. Los ejemplos de Silvio Berlusconi en Italia y Donald Trump en Estados Unidos son esclarecedores.

Coadyuva a este estado de cosas la selección indicativa de candidatos por el seudoprocedimiento de la “lectura de encuestas”, que importa una total deformación institucional atentatoria del sistema de partidos y, por ende, del sistema democrático.

La valorización de la palabra y las ideas –elementos centrales del debate político– es imprescindible para el resguardo y la recuperación del sistema, debiendo prevalecer por sobre la política gestual y de imagen vaciada de contenido.

Es una obligación cívica de los ciudadanos indagar de forma exhaustiva en los antecedentes y las capacidades de candidatos cuya actividad habitual nunca estuvo vinculada con la política y la gestión pública.

Los países más avanzados del mundo poseen sistemas de partidos políticos formados, consolidados y con miembros altamente capacitados; el desarrollo político ha sido el presupuesto de su desarrollo económico y social.


* Abogado