lunes, 26 de junio de 2017

EL CAMINO ASCENSIONAL DE SAINT-EXUPÉRY


Agustín De Beitia
La Prensa, Cultura, 25-6-17

Una nueva biografía ilumina su lucha interior por recuperar la fe perdida y la progresiva evolución de sus escritos. Bernardino Montejano destaca el legado del escritor francés, al que describe como un renovador original de la tradición clásica de Occidente. Heroísmo, amor a la patria y nostalgia de la Cristiandad de un forjador de hombres.
En "Piloto de guerra", Saint-Exupéry cuenta su experiencia en la primera parte de la Segunda Guerra Mundial.

A los muchos biógrafos que tiene Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944) acaba de sumarse un argentino que ha estudiado en profundidad la vida y la obra del escritor francés. Se trata de Bernardino Montejano, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Católica Argentina (UCA) y presidente del Instituto de Filosofía Práctica. Montejano, cuya profesión está en apariencia lejos de la literatura, ya que es doctor en ciencias jurídicas, consagró buena parte de su vida a revisar el pensamiento de este clásico del siglo XX y cuanto se escribe sobre él. Fruto de esa paciente labor es la biografía que acaba de publicar, Saint-Exupéry, jardinero de hombres (Distal, 452 páginas), que presentó en la reciente feria del libro.

"Es el libro de mi vida", confiesa en una entrevista con La Prensa. El resultado es una obra apasionada pero crítica, luminosa, con destellos poéticos, donde Montejano enlaza el relato cronológico de la vida y las aventuras del escritor con la valoración de su obra. El retrato que surge es el de un hombre que lucha en su interior por recuperar la fe perdida, que siente nostalgia de la Cristiandad y encuentra lo eterno en todos lados. Que odia su época, caracterizada por una libertad individualista, desarraigada y vacía de espiritualidad.
Hoy, mientras Montejano disfruta del éxito de su libro, se prepara para un nuevo desafío: dirigir la colección que prepara Distal con toda la obra del autor francés, para lo cual está preparando las introducciones o los estudios preliminares de cada libro. "Ya salió Correo del sur y ahora estamos por publicar Vuelo nocturno, dice.

- ¿Cómo nació su interés por el autor?
- El interés nació de la lectura de Saint-Exupéry, acompañada por la influencia de un filósofo, admirador suyo, que fue Rafael Gambra. El escribió un libro precioso, titulado El silencio de Dios, donde estudia su pensamiento.

- ¿Cuánto tiempo le insumió?
- Toda la vida, desde que empecé a los 27 años con un primer artículo publicado en la revista Universitas de la UCA. Pero la estructura del libro surgió de un ciclo de conferencias en la Universidad de Buenos Aires en 1979, en la Facultad de Derecho.

- Además de escritor, Saint-Exupéry fue inventor, explorador, viajó por Indochina, la Unión Soviética y América, cubrió como periodista la guerra civil en España, fue aviador civil (y protagonista de rescates heroicos), piloto de guerra y hasta vivió en la Argentina. Una figura fascinante...
- Sí. El libro tendría que haber tenido el doble de páginas para cubrirlas todas.

- Usted afirma que las biografías escritas hasta ahora, incluso las muy buenas, adolecen de una reflexión global. ¿Cuál es?
- Hay biografías muy buenas. La de Bernard Marck, que me recomendó un monje, es excelente. Salieron dos tomos de los tres que había prometido. La biografía de Curtis Cate, que yo presenté en la Feria del Libro, es muy buena. No la versión de Emecé, sino la versión francesa. Pero incluso en las muy buenas falta unir la vida con el pensamiento. Eso es lo que trato de hacer en mi libro. La primera parte es biográfica y luego viene una reflexión que une su vida con su pensamiento. Analizo Ciudadela, que expresa su pensamiento político; Jardinero de hombres, que expresa su pensamiento educativo, y su búsqueda de Dios, que es el pensamiento religioso.

- Debajo de esas tres dimensiones se identifican contenidos propios de la fe: esa fe aprendida de pequeño, que perdió y luego anheló.
- Así es. Cuando él escribe Correo del Sur, su primer libro, evidentemente no tiene fe. Estaba influenciado por Nietzsche, a quien se llevó al desierto bajo el brazo. En esa época tenía malas influencias. Pero a la vez tiene nostalgia de la fe perdida. Entonces empieza lentamente a buscarla, y eso se ve ya a partir del segundo libro, Vuelo nocturno.

- Usted habla de un camino ascensional en su obra...
- Si. En los dos primeros libros hay una primacía narrativa de la acción esforzada del aviador en el desierto o en los cielos de la Patagonia y luego ya se advierte una preocupación moral, una confrontación del hombre con sus actos. Esta tendencia crece en Tierra de hombres y culmina en Piloto de guerra, que es su experiencia de piloto en la primera parte de la guerra. En Ciudadela, su obra póstuma, este desvelo moral se abre a la contemplación.

- No por nada eligió por título "Jardinero de hombres". ¿Cómo es esa pedagogía que usted descubre en su obra?
- Su obra enseña mucho. Es una enseñanza inteligente: muestra caminos, induce, no da normas. Toda esta enseñanza hace bien, edifica. Saint-Exupéry, con un lenguaje contemporáneo, viene a renovar la tradición clásica, la tradición de la filosofía griega, el derecho romano y la Revelación cristiana. El se siente solidario con todo eso. Y lo dice con toda claridad. Por eso dice: "Odio mi época con toda mi fuerza. El hombre se muere de sed. El mundo ha ensayado los valores cartesianos. Fuera de las ciencias naturales no han servido para nada. Los niños que hoy nacen me parecen más extranjeros que bárbaros sin religión". El defiende los valores tradicionales. En sus obras, en sus cartas, en sus reflexiones personales, muestra una concepción del hombre, de la familia, del matrimonio, de la economía o la sociedad política, muy rica.

- "La filosofía del arraigo" fue el título de una conferencia que usted dio en Villa Ocampo, un tema que reaparece aquí en la biografía. Alude al amor de Saint-Exupéry por Francia, sus costumbres, sus tradiciones. ¿Cómo es esto?
- Claro, filosofía del arraigo, por las raíces. La filosofía acerca del tema aparece en una máxima de Piloto de guerra. "No existo sino en tanto me abrevan las fuentes de mis raíces". ¿Y qué raíces? Las raíces existenciales que tiene el hombre para vivir, que son las raíces sagradas, las raíces históricas, las raíces sociales. Si no, el hombre se seca como una planta.

REENCUENTRO
- Usted dice que él es un renovador original de la venerable tradición de Occidente. Ahora, ¿no hay una contradicción entre el contenido de sus escritos, su nostalgia por la Cristiandad, y su pérdida de fe?
- Bueno, es que la fe la va reencontrando. Un día sube a un taxi con su amigo, el doctor George Pellisier, y pasan tres horas hablando de la angustia que él tiene por la falta de fe. La necesidad de la presencia de Dios que aquietara esa angustia. El pierde la fe a los 26 años y a los 30 ya la quiere recuperar. En ese camino va creciendo. Ciudadela está llena de oraciones. El reza. Pide. No es un rebelde. Nunca quiso "desbautizarse". Tiene ideas cristianas, aunque reconoce que le falta la práctica religiosa. Ahora bien, una semana antes de su muerte es padrino de bautismo de Christiane Gavoille, hijo de un amigo, y para desempeñar bien su papel pidió que le dieran clases de catecismo. ¡El significado de esto es impresionante!

- Su poesía es un rasgo distintivo. Es llamado "el poeta del orbe".
- Es un gran poeta en prosa. Escribe muy bien. Hay que ver cómo esto se nota ya en Vuelo nocturno. Precioso.

- Su mirada poética penetra en la belleza de las cosas, dice usted. Y esto se percibe con claridad en el tiempo que pasó en el desierto, enviado por la Compañía Aeropostal. Un lugar inhóspito frente al cual se muestra un hombre muy sensible. Transmite "el sabor" del desierto.
- Lo que ocurre es que él se enamora del desierto. Le escribe a su madre: "Tienes un hijo que ha encontrado su destino". En el desierto cumple las tres tareas que le habían encomendado: mejorar las relaciones con los españoles, que eran muy difíciles, muy celosos del éxito de las alas francesas; mejorar las relaciones con los moros insumisos; y a la vez tratar de rescatar a los aviadores que se caían. Porque en esa época los aviones se caían a cada rato. El hizo salvatajes heroicos. Pero también se internó en el desierto frente a los insumisos, y lo hizo desarmado.

- Cuando uno piensa en Saint-Exupery piensa en El Principito. ¿Es justo ese reduccionismo?
- El Principito tiene el valor de una síntesis. En ese libro retoma en forma alegórica los temas a los cuales el autor permanece atado. Es un modelo de diálogo consigo mismo en el cual, el niño que fue, pero que no ha muerto del todo, interpela y confunde al aviador, infectado por los vicios de las personas mayores. El planeta del perezoso es, al fin y al cabo, el planeta del hombre vicioso. El hombre que no elimina los vicios cuando puede hacerlo. Que no hace examen de conciencia todos los días. En forma poética, es cuando no arranca las plantitas de "baobabs", cuyas raíces acaban destrozando el planeta.

- ¿Qué lugar le asigna a Saint-Exupery en la literatura francesa de su tiempo?

- El tiene poca relación, en general, con la llamada literatura oficial. A él no le importa. Le otorgan el Premio Nacional de Literatura con Tierra de hombres porque influyó mucho un gran escritor, Henri Bordeaux, que era miembro de la Academia Francesa. Pero lo forzaron un poco. Porque eso no es una novela. Ahora, más allá del lugar que ocupa en la literatura, no se imaginan en la Francia profunda cómo sigue vigente.