sábado, 25 de marzo de 2017

UN FILÓSOFO URUGUAYO FUERA DE LO COMÚN



                                                      Alberto Buela (*)      

Como en este trabajo vamos a hablar de dos temas que se desconocen, esto es, de LLambías de Azevedo como filósofo uruguayo, lo más apropiado será que  hagamos una breve presentación de ambos temas. El Uruguay es un paisito, como le llaman los orientales, que tiene 3,2 millones de habitantes, donde casi la mitad vive en Argentina. Fue creado por la masonería inglesa a través de Lord Ponsomby, de allí que su máximo historiador, Washington Reyes Abadie lo denomina “Ponsombilandia” para cumplir la función de colchón entre Brasil y Argentina, pero en realidad terminó siendo el lugar de vacaciones de las burguesías de ambos países.

Se destacan como pensadores y maestros de filosofía una decena de personajes, el resto es todo episódico. Como pensadores tenemos a:
José Enrique Rodó (1871-1917); Ariel (1900); Motivos de Protéo y El mirador de Próspero (1913); Alberto Zum Felde (1888-1976) Proceso intelectual del Uruguay (1930) y El problema de la cultura americana (1943); Arturo Ardao (1912-2003) La filosofía del Uruguay del siglo XX (1956) y La inteligencia latinoamericana (1987); Carlos Real de Azúa (1916-1977) Uruguay ¿una sociedad amortiguadora? (1985);  Alberto Methol Ferré (1929-2009) El Uruguay como problema (1967) y La América Latina del siglo XXI (2006).

Y como maestros de filosofía: Carlos Vaz Ferreria (1879-1958)
Fermentario (1909) y Lógica viva (1910); Emilio Oribe (1893-1975)
Teoría del Nous (1934); Juan Llambías de Acevedo (1907-1972)
Eidética y aporética del derecho (1940); Un diálogo con Heidegger (1955); Notas sobre la situación y la decisión (1958) y Max Scheler (1966); Mario Samborino (1918-1984) Investigaciones sobre la estructura aporético dialéctica de la eticidad (1959) y La cultura nacional como problema (1960); Javier Sasso (1943-1997) Ética filosófica en América latina (1987); Carlos Mato (1932-2003) La filosofía en el Uruguay (1987); Mauricio Langón (1943- ) Antología del pensamiento crítico (2012).
De estos últimos el que se destaca con algún rasgo filosófico propio es Llambías de Azevedo, y eso es lo que pretendemos mostrar acá.


I- Llambías de Azevedo y la función de la filosofía
                                                                                    
Nació y murió en Montevideo (1907-1972) fue abogado, profesor universitario y ensayista, autor de múltiples artículos y una docena de libros. Se destacó, en su primera producción, en el campo de la filosofía del derecho para pasar, en una segunda etapa, a sus estudios sobre fenomenología alemana y existencialismo francés.
En el Uruguay, ha reconocido el estudioso oriental Arturo Ardao, fue el intérprete por excelencia de la filosofía alemana posterior al neokantismo.
Dice de él su compatriota Carlos Real de Azúa en su magnífica Antología del ensayo uruguayo contemporáneo[1]: “La filosofía tradicional, la fenomenología, la axiología de línea objetivisable  Scheler y Hartmann y, con posterioridad, el existencialismo cristiano forman las coordenadas sobre las que es posible trazar el perfil de la especulación del autor”.

La primera etapa de su pensamiento estuvo dirigida, como afirmamos, hacia la filosofía del derecho y así desarrolla su pensamiento en varias obras: La filosofía del derecho de Hugo Grocio (1935), Estética y aporética del derecho (1940), El sentido del derecho para la vida humana (1943), La justicia prospectiva (1949), comunicación el Congreso Nacional de filosofía de Argentina. El pensamiento del derecho y del Estado en la antigüedad (1952).
Pero con los años fue acercándose más a la filosofía stricto sensu, y así aparecen sus obras sobre El antiguo y el nuevo Heidegger (1958), su brillante opúsculo de carácter schmittiano Nota sobre situación y decisión (1959), el voluminoso Max Scheler (1966), seguramente el estudio más profundo en lengua castellana sobre el filósofo de Munich, y su tantas veces editado Manual de metafísica (1970).

El estilo de Llambías es claro, simple y a la vez profundo y atrayente. No fue un scholar, un erudito de la filosofía, se manejó en la zona fronteriza entre el ensayo y el tratado. Y frente a los filósofos de moda en su tiempo como Sartre, supo ejercer la sana libertad con una crítica punzante y mordaz.
Su reconocida posición católica y antiliberal en un pequeño país, manejado ab ovo por la masonería, le cerró algunas puertas que le hubieran permitido un mejor y mayor desarrollo a su pensamiento.
Buscó a lo largo de toda su meditación la explicitación de la naturaleza humana que la concibió como sustancial y permanente, pero al mismo tiempo intentó la comprensión de la situación desde donde se hace filosofía.
Hablando sobre su filosofía afirmó: “Pero la filosofía no es tampoco como el búho de Minerva que eleva su vuelo solo al atardecer. La filosofía tiene su tarea formadora y su poder efectivo. Como análisis de la crisis o como estímulo de la misma, como dogmática o como aporética, ella señala siempre a la persona humana y su puesto en el universo y vuelve clara la conciencia de su finitud. Prepara al hombre de buena voluntad para descubrir el vínculo invisible que lo une a la Persona de las personas y al Valor de los valores”[2]
Fue un filósofo situado, defensor de la singularidad americana y del valor universal del saber filosófico. Y en este sentido puede decirse que su producción es marginal o no conformista respecto de lo que hoy llamamos pensamiento único.

Dentro del significativo aunque limitado número de filósofos uruguayos se  destaca LLambías por ser el que ha desarrollado una mayor y mejor profundidad metafísica.

II-  La decisión en Llambías y Schmitt

De todos los trabajos de Llambías el que se destaca por su originalidad es Notas sobre la situación y la decisión (1958)[3]  y sobre el cual nos vamos a detener.
En el fenómeno de la situación hay que distinguir cuatro elementos que la constituyen: la ubicación, el medio, la circunstancia y la intrastancia[4]. La ubicación es un concepto físico y es el que tienen los entes en su determinación espacial. El medio es un concepto biológico que tienen los seres vivos. La circunstancia es un concepto antropológico objetivo que comprende el lenguaje, el derecho, los usos, las opiniones recibidas, las instituciones: familia, iglesia, fábrica, universidad, etc. y las relaciones particulares: amigos, enemigos, compañeros. La intrastancia es un concepto antropológico subjetivo que comprenden los estados de ánimo, sentimientos, ideas, convicciones, creencias, prejuicios, esperanzas, temores etc. todo ello forma la circunstancia interna del hombre.  

Si bien la situación comprende todos estos elementos para entrar en acto requiere ser interpretada. Solo una situación es tal cuando es comprendida. Reiteramos, una situación no es un conjunto bruto de componentes objetivos y subjetivos sino que llega a ser tal cuando el sujeto comprende ese conjunto y ahí, y recién ahí, nace la decisión. De modo que podemos afirmar que toda decisión es relativa a una situación determinada.
La modificación de una situación dada puede provenir de un factor externo al sujeto o por una decisión de éste. De modo tal que las decisiones quedan integradas a una nueva situación.
Siguiendo el viejo adagio latino a fronte praecipitium, a tergo lupi (adelante el precipicio, atrás los lobos), lo que traducido en criollo es estar entre la espada y la pared, Llambías distingue entre decisiones a fronte, que son las que se toman en función del horizonte de la situación y las decisiones a tergo, que son las que se toman para modificar un componente de la situación misma y luego obrar. Toda decisión a tergo  está al servicio de una decisión a fronte. Cuando el sujeto va a tomar una decisión lo primero que hace es intentar comprender acabadamente la situación (decisión a tergo), para tomar luego una decisión a fronte. Pienso realizar un viaje y entonces reviso el auto, la ropa, el dinero, etc. (decisión a tergo), luego tomo la decisión a fronte y hago el viaje.  La decisión es un salto que conduce a una situación completamente nueva.

La decisión está intrínsecamente vinculada a la libertad que se expresa como libertad negativa cuando se es libre de…cadenas, barrotes, etc. o como libertad positiva cuando se es libre para…realizar los valores que se levantan en la conciencia. Una es la libertad a quo (desde el cual) vinculada a la decisión a tergo y otra es la libertad ad quem (para lo cual), vinculada a la decisión a fronte.
Si se sostiene entonces que existe libertad de decisión y que la decisión por sí misma hace bueno al acto, con independencia de los principios, estamos en presencia de una ética de la decisión o del decisionismo. Corriente filosófica que encontró su mejor expresión en la máxima de Hobbes: auctoritas, non veritas fecit legem. El máximo representante en el siglo XX fue el iusfilósofo Carl Schmitt (1888-1975): la decisión libre y soberana es solo la de quien decide el estado de excepción.[5] Es la suspensión del orden jurídico in totum. Así el principio del orden pasa de la norma (orden jurídico) a la decisión del soberano. Y si, según Schmitt: “Todos los conceptos sobresalientes de la moderna teoría del Estado son concepto teológicos secularizados[6], la decisión encuentra un claro reflejo en el fiat del Dios creador.  
            
No sabemos si Llambías leyó a Schmitt cuya Teología política tuvo una primera impresión en 1922, siendo la traducción de Francisco Javier Conde en 1934,la primera en castellano. Pero lo cierto es que se respira un cierto aire de familia en el tratamiento de la decisión.
Todo sujeto en la toma de decisiones debe deliberar sobre los medios y comprender previamente la situación; el soberano también, pues la decisión sobre el estado de excepción no nace ex nihilo sino que es producto de una interpretación de la situación de crisis aguda. En el caos nada es injusto pero tampoco justo, la decisión recrea un orden o crea un orden nuevo. Así, lo que es orden para Schmitt, es situación para Llambías, pero ambos están hablando, mutatis mutandi, de lo mismo. Uno desde la ciencia política y otro desde la filosofía.
Lo lamentable es que el uruguayo sea un desconocido o postergado y los estudiosos, tanto europeos como americanos, no lleguen a leer sus ricas meditaciones.




[1] Tomo II, Publicación de la Universidad de la República, Montevideo, 1964, p. 397
[2] Discurso de clausura al  Primer Congreso de Filosofía de 1949 en Mendoza., vol I, p. 184
[3] Fue publicado en la revista LES Études philosophiques Nº 3 y en 1959 por la facultad de humanidades y ciencias de la Universidad de Montevideo. El texto ha sido digitalizado por el joven amigo oriental Ignacio Pérez Borgarelli.
[4] Término inventado por Llambías de Azevedo para designar los estados de ánimo y sentimientos, o sea, las circunstancias internas del hombre
[5] Schmitt, Carl: Teología política, cap. I
[6] Op.cit ut supra, cap. III